DIFERENCIACIÓN SOCIAL Y RECIPROCIDAD
Los
Incas eran un pueblo originario de las sierras del Perú. A través de numerosas
guerras de conquista y una hábil política de alianzas, lograron extender su
dominio sobre otros pueblos que habitaban el área andina. La influencia
política y cultural de los incas se extendió en un amplio territorio ubicado a
lo largo de la cordillera de los Andes, en el que vivían alrededor de 12 millones de personas, de muy diverso
origen étnico. La lengua de los incas – el quechua – se convirtió en la más
importante de las veinte que se hablaban
en la región andina.
Hacia
el año 1400, los incas habían alcanzado una sólida organización económica y
política, y entre ellos se diferenciaban diversos grupos sociales.
La
mayoría de la población estaba compuesta por hombres libres que vivían de los
cultivos y de la cría de animales que realizaban en sus tierras. Los campesinos
se agrupaban en comunidades a las que llamaban ayllus. Cada ayllus estaba
integrado por un conjunto de personas unidas por lazos familiares y que se
consideraban descendientes de un antepasado mítico común.
Los
campesinos que integraban el ayllu no eran propietarios individuales de las
tierras que ocupaban. Las tierras eran propiedad de toda la comunidad, el
trabajo estaba organizado de manera colectiva, y los alimentos que se obtenían
eran repartidos entre todos los integrantes del ayllus. Esta forma de organizar
la subsistencia fue denominada reciprocidad. La práctica de la solidaridad
interna y la cooperación entre los miembros de un grupo familiar extenso eran habituales entre los pueblos del
área andina, aun antes de que la influencia de los incas se extendiera por la región.
En
cada comunidad de campesinos se destacaban los curacas, quienes se
diferenciaban porque eran considerados descendientes directos de los
antepasados fundadores del ayllu. Los curacas tenían el privilegio de no
trabajar la tierra y eran los encargados de organizar el trabajo de los
campesinos. Muchos de estos jefes locales recibían una educación especial en la
capital del Estado incaico, el Cusco, y luego se desempeñaba como jefes de los
gobiernos provinciales.
Un
grupo social que tenía los mayores privilegios estaba formando por los
sacerdotes, los jefes guerreros y los más altos funcionarios del Estado. El
emperador, llamado INCA, palabra que en QUECHUA significa “hijo del Sol”,
pertenecía a este grupo social.
LA PROPIEDAD DE LA TIERRA Y LA ORGANIZACIÓN DE LA PRODUCCIÓN
Para
mejorar la alimentación del conjunto de la población, los incas organizaron un
sistema de distribución de alimentos entre las habitantes tuvieran una
alimentación más variada. Todas las tierras eran consideradas propiedad del
Inca; pero, al mismo tiempo, estaban divididas en tres categorías y cumplían
distintas funciones.
Las
tierras del INCA estaban destinadas exclusivamente al mantenimiento de la
familia real y del grupo de jefes militares y funcionarios más cercanos al
emperador. Las tierras del ayllu eran trabajadas por las comunidades de
campesinos, quienes obtenían de ellas una parte de los productos necesarios
para su subsistencia. Las llamadas TIERRAS DEL INTI, en quechua, “sol”, estaban
administradas por los sacerdotes, y su producción servía para el sostén del
culto religioso oficial. Además de los alimentos para los sacerdotes, en las
tierras de INTI se criaban animales destinados a ser sacrificados para honrar a
los dioses.
EL FUNCIONAMIENTO DEL ESTADO
La máxima autoridad del Estado teocrático incaico era el emperador, el INCA, a quien se reconocía como “hijo del Sol”. El emperador concentraba en su persona la autoridad política y religiosa, y gobernaba asesorado por un consejo integrado por miembros del grupo privilegiado, llamados orejanos.
La
organización y administración del Estado inca, así como la extensión de sus
dominios, estuvieron basadas en la centralización del mando militar. Los
ejércitos del Imperio, integrados por hombres reclutados entre todos los
ayllus, estaban conducidos por los jefes guerreros designados directamente por
el Inca. Los tributos en trabajo de la mayoría de la población del Imperio
estaban destinados a la construcción de una red de caminos que servía para
agilizar las comunidades entre los funcionarios del Estado, transmitir las
órdenes militares y permitir un rápido traslado de los ejércitos. A lo largo de
los caminos, los incas establecieron tambos o postas, que eran lugares de
descanso y de reaprovisionamiento para las tropas que controlaban el orden
interno y la seguridad de las fronteras.
El
Estado inca también integró a otros pueblos a través de alianzas pacíficas. En
estos casos, los grupos dirigentes locales se comprometían a entregar tributos
a los almacenes reales, a cambio de los regalos y los bienes con los cuales el
emperador retribuía a las familias más poderosas. Entre otros favores, concedía
a los hijos de los grupos dirigentes de esos pueblos la posibilidad de estudiar
en el Cusco y de servir, más tarde, como altos funcionarios del Imperio.