Las múltiples transformaciones
del mundo en el siglo XX describen el escenario
que componen el paisaje internacional. Desde cualquiera que sea su
enfoque la globalización presente dos panoramas, el primero describe a los
Estados tradicionales que defienden a toda costa soberanía del resto del mundo;
la segunda presenta una marcada tendencia a la integración regional mediante la
construcción de instituciones supranacionales, como en el caso de la Comunidad
Europea o la formación de zonas de libre comercio (caso TLC, etc.) que de forma
gradual van generando problemas y valores compartidos.
“Los ciudadanos europeos no disponen del elemento principal de la
democracia que los americanos inventaron en 1879 […] para asegurar la
transparencia de la Unión, sería indispensable establecer una codificación del
conjunto de textos que reglamentan, distinguiendo los elementos propiamente
constituyente, de los que corresponden a las leyes orgánicas y ordinarias, o incluso los reglamentos de aplicación. Los
primeros podrían ser sintetizados bajo la forma de una Constitución clara, que sería sometida al Consejo Europeo y al Parlamento
para verificar la conformidad de los tratados que deberían ser interpretados con exactitud”[1].
La globalización descansa sobre
dos supuestos que rompen con la concepción
tradicional de la soberanía como elementos diferenciador y divisor de
las comunidades nacionales. El primer supuesto es un conjunto de valores compartidos en una región como: la
democracia, libre mercado y respeto a los derechos humanos; el segundo supuesto
lo integran las amenazas a la seguridad nacional que ponen en riesgo al Estado
tales como: el terrorismo, el narcotráfico y el crimen organizado. Estos dos
supuestos tienen características muy específicas que se permiten ser ligados a
Estado tradicionales.
La nueva realidad mundial no ha
logrado consolidar instituciones con entornos definidos a nivel supranacional;
estos organismos no son formalmente gobierno, pero si toman una gran cantidad
de decisiones que afectan a la economía,
ecología y al seguridad de los estados modernos.
Esta nueva y difusa realidad
internacional obliga a pensar con mayor responsabilidad y precisión lo que ha
sucedido y puede suceder en la esfera
política practica de las decisiones que toman nuestros gobernantes, y
que no solo deben restringirse a una perspectiva tradicional, sino enfocarse su visión a un
plano donde se reorganicen la estructura global internacional, de tal suerte
que se menos desfavorable a los intereses
nacionales y que garantice los fines de nuestra constitución.
Para los Estados tradicionales
con soberanas excluyentes a intereses nacionales, la pugna interna tanto como
externa son muy marcadas con fuertes resentimientos económicos, políticos y sociales, debido a
que no han creado instituciones capaces
de afrontar el espíritu de los tiempos (Zeitgeist).[2]
En los países globalizados los
problemas también han estado presentes,
principalmente en el ámbito democrático, fenómeno que no han podido solucionar las instituciones supranacionales.
Para que el mundo pueda vivir
dentro de un esquema de globalización y se pueda gobernar es necesario crear:
A. Parámetros
económicos.
B. Reconocimiento
de los problemas internacionales
(terrorismo, narcotráfico y crimen organizado) y nacionales (desempleo,
corrupción, inseguridad, etc.)
C. Factores
que inciden en la conducción el actuar público.
Reconocer estos elementos implica
crear y asumir nuevos valores heterogéneos y entender que el Estado ha dejado
de funcionar en su forma tradicional.
Estos nuevos valores comunes
deben considerar los derechos humanos básicos, el patrimonio histórico, la
conservación del medio ambiente, la cultura y la seguridad.
Por lo tanto, el problema actual
de la soberanía es:
a)
A manos de quien pasa la tutela de los asuntos
de orden supranacional.
b)
Las fricciones que surjan entre los Estados y
las instituciones supranacionales.
c)
Los mecanismos de intervención en los problemas
nacionales que afectan a la región.
Como veremos la transición de
competencias estales a instancias supranacionales no solo es un problema
administrativo sino político y de la filosofía política.
En la globalización en plano
práctico los Estados siguen siendo la unidad fundamental del sistema mundial,
pero muchos de sus problemas y competencias han pasado a un plano global.
En la actualidad muchos de los
problemas locales se deciden y se
resuelven fuera de las fronteras, pero el Estado sigue conservando buena
parte de sus competencias para
enfrentar y sortear las amenazas
regionales así como la fuerte presión de otros Estados.
El gran reto de los Estados hoy
es superar esas presiones de los bloques o regiones comerciales o adaptarse a
ellas, conservando su independencia, seguridad y económica.
Los partidarios de la globalización abogan por la doctrina de
ceder la soberanía local para construir
nuevas instituciones que reflejen los intereses políticos de una región.
Por lo tanto los Estados nacionales deben sucumbir.
“Los procesos de globalización
han transferido poderes de las naciones al espacio global despolitizado. Pero
como en cualquier entorno social, o incluso en mayor medida dada su importancia
universal, este espacio nuevo necesita
regulación, la introducción de derechos y deberes”. [3]
BANDALA FONSECA, Omar.
“Ciencia Política II”. 2012
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